γνῶθι σεαυτόν (gnōthi seautón = conócete a ti mismo), en la antigua Grecia era una máxima religiosa que ante todo nos invitaba a tomar conciencia de nuestras debilidades e imperfecciones, para luego poder explotarlas a nuestro favor. De la misma forma, conocer las características y problemas de nuestra piel es algo fundamental para cuidarla de la mejor manera, sobre todo teniendo en cuenta la gran cantidad de parámetros biológicos que la caracterizan, y que definen la singularidad del biotipo de cada persona.
A pesar de la naturaleza extremadamente personal de nuestro tejido cutáneo, es posible identificar 6 tipos principales de piel: normal, grasa, seca, mixta, sensible y madura. El objetivo de este artículo es aclarar las diferencias entre estas tipologías, y ayudar al lector a responder a la pregunta más importante para elegir la rutina de belleza más eficaz: «¿Cuál es mi tipo de piel?»
Piel NORMAL
La «piel normal», que generalmente se caracteriza por una hidratación óptima, un estrato córneo perfectamente estructurado y una buena microcirculación, se reconoce por su apariencia saludable y sin defectos estéticos, como arrugas, imperfecciones, poros dilatados, problemas de sequedad o de exceso de sebo, decoloración o hiperpigmentación.
Este biotipo es raro y a menudo se pasa por alto debido a la ausencia de problemas obvios. Sin embargo, conviene recordar que la piel es un órgano dinámico que depende de factores endógenos y está en constante cambio, ya que está influenciada por los hábitos de vida (estrés, dieta), por las condiciones climáticas (frío, viento, exposición a la luz solar), por la edad y por cualquier afección patológica; por eso es importante elegir rutinas que conserven sus características normales.
Piel SECA
La piel seca tiene un aspecto poco elástico, es frágil, áspera al tacto y, a menudo, presenta escamas y está sujeta a una sensación frecuente de tensión y picazón.
La sequedad cutánea puede ser por la propia constitución de la persona (falta de lípidos y sebo cutáneos), ocasional (dermatosis), patológica (diabetes, hipotiroidismo, dermatitis atópica, etc.) o estar provocada por deshidratación cutánea. En cualquier caso, supone una alteración de la función de barrera de la piel: al no garantizar el grado de hidratación adecuado, la expone más a las agresiones externas y acelera el envejecimiento.
Restaurar el equilibrio hídrico y lipídico del estrato córneo es muy importante para reducir los efectos negativos de la piel seca.
Piel GRASA
La «piel grasa» tiene un aspecto brillante y aceitoso, con unos poros dilatados y claramente visibles y presenta puntos negros y espinillas; aparece por la hipersecreción sebácea, provocada por factores genéticos, desequilibrios hormonales, fármacos, por el estrés o por el uso de cosméticos comedogénicos.
El exceso de sebo y las células muertas de la epidermis obstruyen los poros, que se convierten en el hábitat ideal para hongos y bacterias, incluida la Propionibacterium acnes (bacteria del acné). Esto da lugar a impurezas y al acné.
A diferencia de la piel seca, la piel grasa está más protegida de las agresiones externas y envejece más lentamente. Sin embargo, las personas afectadas por la piel grasa son más propensas a la aparición de acné severo, dermatitis seborreica y alopecia androgenética, por lo que es importante actuar de forma temprana con tratamientos depurativos y sebonormalizadores.
Piel MIXTA
La piel mixta es el biotipo más común, y se caracteriza por la diferente composición de la película hidrolipídica según la zona del rostro. Algunas zonas adquieren las características típicas de la piel grasa y necesitan ser depuradas y sebonormalizadas (zona T: frente, nariz, mentón); otras áreas, en cambio, presentan un aspecto seco y escamoso y requieren una mayor hidratación (mejillas, contorno de ojos). El tratamiento de las pieles mixtas es complejo, ya que requiere soluciones capaces de establecer un compromiso aceptable entre necesidades muy concretas.
Piel SENSIBLE
Irritación, ardor, picor y enrojecimiento son el sello distintivo de una piel sensible, cuya fragilidad podría estar relacionada con una alteración de la integridad de la barrera epidérmica, con la consiguiente sensación de molestias cutáneas. De hecho, el desequilibrio de los lípidos intercelulares que forman dicha barrera, debilitaría la barrera cutánea, facilitando la penetración de elementos irritantes y alérgenos, y evitando así una adecuada protección de las terminaciones nerviosas.
Aún no se ha identificado una sintomatología completa y estandarizada del biotipo de piel sensible. Normalmente, la persona con piel sensible presenta una hiperreactividad negativa en respuesta a estímulos que normalmente no deberían provocar estos efectos (enrojecimiento, picor, inflamación). Esta hiperreactividad cutánea implica factores desencadenantes físicos (rayos UV, condiciones climáticas, viento) y químicos (cosméticos, jabones, sustancias contaminantes), así como factores endógenos y personales (estilo de vida, condiciones psicológicas y hormonales, condiciones genéticas y patologías relacionadas).
Si bien no se conocen las causas que originan el aumento de la sensibilidad de este biotipo de piel, es posible actuar con tratamientos para aliviar los síntomas y problemas.
Piel MADURA
La piel madura, resultado del paso natural del tiempo, es visualmente menos turgente, poco elástica, presenta muchas arrugas marcadas, lentigo solar, bolsas y ojeras pronunciadas, y es mucho más sensible a los traumas mecánicos y a los efectos de la radiación solar.
A partir de los 25 años comienza un proceso de declive natural de la piel, con una disminución anual del 1 % de la producción de colágeno y de elastina.
El «andamio» que sostiene la piel se debilita gradualmente, provocando inicialmente la aparición de microarrugas de expresión en la zona nasolabial y alrededor de los ojos (las conocidas como patas de gallo).
Con el tiempo, el aumento natural de la pérdida de energía cutánea y factores exógenos, como la exposición a la luz solar, contribuyen a incrementar las manifestaciones del envejecimiento cutáneo, con una pérdida visible de volumen, de firmeza y de luminosidad y la aparición de arrugas profundas y marcadas, lentigo y manchas cutáneas.
Afortunadamente, hoy en día existen muchos medios para contrarrestar los factores desencadenantes del envejecimiento cutáneo, que permiten proteger la piel de factores externos (contaminación, exposición a los rayos UVA y UVB, estilo de vida), y mitigar las imperfecciones provocadas por la edad, haciendo que la piel luzca más joven y sana.
¡La piel DESHIDRATADA no es un biotipo!
La deshidratación de nuestra piel viene provocada fundamentalmente por factores externos, como cambios bruscos de temperatura, la dieta diaria, el consumo excesivo de café o alcohol y un escaso aporte de agua; por lo tanto, las células humanas disminuirán su capacidad para regular los niveles de hidratación, con efectos directos sobre el cuerpo y la piel.
Es fundamental preservar el correcto equilibrio hídrico de la piel, utilizando diariamente tratamientos tópicos hidratantes.
Pero cuidado, nuestra piel puede ser mixta, grasa, seca, madura o sensible y al mismo tiempo estar deshidratada.Efectivamente, a menudo la deshidratación de la piel puede provocar una producción excesiva de sebo, y por este motivo se trata erróneamente con productos para pieles grasas, que no permiten reequilibrar los niveles de hidratación de la piel; todo ello desencadena la receta perfecta para que aparezcan obstrucciones en los poros e imperfecciones.
Hoy en día es posible recurrir a modernas herramientas dermatológicas capaces de evaluar una serie de parámetros, como el grado de hidratación de la piel, la cantidad de sebo presente, la dilatación de los poros y la laxitud cutánea, elaborando un verdadero carnet de identidad de tu propia piel.
¡Debes escuchar a tu piel!
Solicita consejo a tu farmacéutico y sigue nuestro blog para conocer las próximas informaciones sobre biotipos de la piel y rutinas específicas de cuidado de la piel.